viernes, 3 de febrero de 2017

Penélope de Luces





- ¿Cómo haces para recorrer tantos faros?
- Antes los sueño, les quito el nombre y me cito con ellos en mi cuaderno de rutas. ¿Y tú cómo haces para navegar tus olas?
- Espero la hora del caviar. 

Tras esa conversación, ni él ni ella eran conscientes de la única esencia, él buscaba verdaderas montañas en el mar y ella albergaba en su alma una galerna incesante, solitaria, llena de sueños y derivas. Él era un cuerpo zurcido que sabía y debía volar, la libertad era el punto de partida para el gran viaje de su vida hacia el interior de su corazón, para ella la libertad era parte de la sanación de su alma.

Estaban por encima de ese amor que se cuida y se da por generosidad, ambos habían recorrido el tiempo regalando amor, osados al pensar que para ellos sería suficiente. En el resto del mundo sintético, el amor en lo manuales de pareja es una maceta por cuidar, pero no, existe un momento aún más sublime, serían la hiedra que abraza el árbol, lo custodia, lo nutre, manteniendo ambos la identidad intacta y lo más hermoso, su propia esencia.

- Te leeré los versos sobre las dunas al caer el sol.

No sabían que mientras ellos libraban su personal batalla con el mundo, la tierra los adoptó en sus elementos, ella era una Penélope que tejía las luces de los faros que él miraba desde el mar, y él ocupaba con su alma un abismo donde ella alumbrar.

- A veces siento que las olas me susurran. 
- Eso es porque me baño desnuda en tu mar y te hago el amor.