martes, 31 de mayo de 2016

Sonetos que son cantos III





Huellas sin pisadas


Como el sol sobre las rocas,
los días viajan desbocados
de las miradas que no hablo.
Despedidas del aire soplan.

La niebla, caricia átona
un amor que no surcamos,
un delirio no andado.
Pisadas que no sollozan.

Limpio el alba sin evocar
veo pisadas anónimas, 
vidas resueltas por radiar.

Los vientos exentos trotan
mi boca los besos afanar, 
incógnitos rostros coronan.


lunes, 30 de mayo de 2016

FAROS VOLCADOS. Latitudes en tu piel




Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de la Galerna del Sur)




(...)

Aquella tarde me sorprendió esa sesión, mis palabras parecían dichas desde la misma boca de Ángela, y aquello hacía que me sumergiera en una sensación totalmente incierta, extraña y de un modo espontáneo, había llegado a mí el convencimiento de que Ángela formaba parte de mí. Recuerdo en aquella tarde gris que el viento amenazaba con traer la lluvia y como la lluvia,  aquel ser comenzó a impregnar mi modo de vida. Era consciente que mi tranquila  y apacible vida iba a cambiar, tal vez como diría Patricia, mi anterior pareja, vives en una burbuja emocional, en ello quería decirme que me alejaba de las emociones y cada vez estaba más acostumbrado a la ausencia de estímulo, tanto que aquella relación de casi seis años no sobrevivió, como iba hacerlo, si era cierto, era un ser en continua hibernación, nada dejaba que me conmoviera.

(...)




(...)

Al final la señora Manuela era más honorable que yo, al menos ella seguía un rumbo y caminaba en él aún sabiendo en lo más profundo de su inconsciencia que no era el correcto, ¿o sí?

Yo era tan cobarde que no elegía ni tan siquiera el camino de la deriva, estaba inmóvil, quieto, ni tan siquiera un pasado me anclaba, no sé en qué momento de mi vida, la mente decidió exiliarme de las emociones. ¿Hay algo más desolador que un ser sin rumbo aparente?

(...) 


Sonetos que son cantos II






El abismo de las luces


El viento oculta los silencios callados
todo parece retraer en el tiempo
quedando atrás abandonado mi rezo,
sucia me alimenté de tantos aciagos.

Desnudos están mis senos amañados 
bruñen airosos las luces de los vientos.
Resuelto mi pubis, moribundo diezmo, 
mis piernas desatan los besos sellados.

Me desnudo de un alma inmunda.
Desgarro tus caricias de mis caderas, 
en mi vientre yacen todas las brumas.

De caricias anónimas soy, regias, 
vagabunda de historias impuras.
Vengo de morir, en eternas flechas.



domingo, 22 de mayo de 2016

FAROS VOLCADOS. Latitudes en tu piel



Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de la Galerna del Sur)


(...)

"Besé a Giussepe como si me fuera la vida en ello, me hubiera metido en su piel y quedado en aquel lugar para siempre.
Pero la realidad me hace volver, en casa al otro lado de las luces me espera una oscuridad infinita, de la que no sé salir y de la que no logro sacar a mi hija. Vuelvo como siempre al lugar donde Ángela es un ser incapaz de tantas cosas, castigada siempre al silencio y buscar la sonrisa de unos padres que nunca están de acuerdo con lo que elijo. Cómo puede mi madre decirme que deje todo y vaya a vivir con ellos, mi hija y yo a los ojos de mamá y sobretodo papá, somos hermanas, y me da tanto miedo que mi hija así me vea también."


Cada vez tenía más claro que Ángela había sido una niña sin caprichos, al capricho de los padres. Cómo me gustaría conocerla en persona, ponerla ante el mismo acantilado de su vida, apagarle por un momento todas las luces que ha dispuesto ante ella y obligarla a saltar a su oscuridad y buscar dentro de ella sus verdaderas luces, esas luces que seguro, sus amantes logran ver y ella guarda en su peculiar caja de objetos personales, una vez más cómo guardar el universo de luz que en ella se expande a cada momento que vive.

(...)


(...)

El hecho de no encontrar en aquel cuaderno el verdadero motivo del sentimiento de culpabilidad de Ángela, me sumía en una impotencia tal vez desmesurada que hacía sentirme muy triste.
¿Y si volviera al café dónde encontré su cuaderno?, tal vez un día ella aparezca y pueda conocerla. Ángela ya había cambiado demasiado mi vida, nada volvería ser igual después de ella. La idea de que mi existencia fuese un anhelo tan intrascendente, un sueño tan imposible, me producía verdadero vértigo, debía prepararme para no darme de bruces con un destino que amenazaba desolador, solitario y nada evolutivo, aunque, tal vez hallara el modo de encontrar cómo avanzar entre tanta frustración, ¿estaría Ángela cediendo sus faros para encontrar mi propio camino a la felicidad?, aunque para ella la felicidad no era el fin, ella hacía del camino la propia felicidad, ¿tal vez por qué su fin siempre estaba en llegar a sus padres? ¿Podría ser que el fin no existe realmente?, la vida es un camino eterno hacia delante y ni la muerte ofrece la opción del final, el movimiento natural de la naturaleza en el tiempo hace que el final no exista, todo final es parte de un nuevo inicio, ¿la eternidad es el verdadero fin entonces?

(...)

Autora Lola Padilla

miércoles, 18 de mayo de 2016

Sonetos que son cantos I





El final del fin


Recorro las puertas abiertas del edén,
aquellos oasis boquiabiertos reposan
entre los manantiales que no rebosan.
La noche callada y las luces ceden.

Ya todos los caminos trascienden, 
como espectros las sombras asoman.
Toda las voces bruñidas endiosan
los silencios, descansar no pueden.

Araño en mi piel los delirios
cabalgan los gigantes de brumas. 
La vida es un océano de cirios.

Los deseos son aves sin plumas
campos sin color en los lirios.
Olas vivas sin blancas espumas.



lunes, 16 de mayo de 2016

¿Cómo son las puertas del mar?






La noche abraza las luces nómadas, 
el faro quiebra osado la oscuridad. 
Aún recuerdo tus dedos errantes
sobre la oscuridad de mi piel.

Elevaste mi cuerpo, 
en la luz de tus brazos, atalaya
eras, puerto sin barcos.
El farol gime sin rincón.

Pero yo cierro mis ojos 
abrigo la mar sin luces, mi boca 
te besaba, giraban las lenguas
libres de las luces apagadas.

Recuerdo tu cuerpo en el mío, 
yo era el mar de todos los faros
danzando entre las olas.
Bebiendo la vigilia del farero.

Quieres guardarme en el día, 
cuando el faro duerme.
Mi cuerpo es el mar 
que viene y va como las luces.

Apartas el sol de mis senos, 
pones puertas al mar.
¿Cómo encerrar las olas, cuando
el faro apunto de alumbrar?


domingo, 15 de mayo de 2016

FAROS VOLCADOS. Latitudes en tu piel.





Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de La Galerna del Sur)


Habían transcurrido las dos semanas que decidí alejarme de aquel libro que producía en mí los efectos del mismo opio y la realidad era otra más revolucionaría aún, Ángela casi había logrado apartarme de mi trabajo. Observé la agenda del último mes y fue cuando supe que algo debía hacer, había reducido los días de trabajo y dispuesto más citas en una misma jornada; necesitaba más momentos libres con Ángela y ello me llevó a bajar mi rendimiento laboral, aumentar las citas en un mismo día saturaban mi lucidez mental para abordar los problemas de los pacientes, ¿pero cómo no tener días enteros con aquel cuaderno?

(...)


(...)

En soledad Ángela imaginaba el verdadero amor y sus caricias, un anhelo que tal vez nunca llegaría, pero ella se resistía a poner sobre esas sensaciones al hombre equivocado, no le preocupaba vivir en sus propios sueños, el fin no era ocuparlos con una compañía, sino vivir ese amor que ella recreaba a veces acariciando su propio cuerpo.


(...)


(...)

Es por ello que antes de comenzar a tener momentos más íntimos con un hombre, tenía unas reglas determinantes para ella, no preguntar nada o sí lo hacía, leer en aquello que no era la respuesta, ella navegaba abiertamente en el mar de la expresión corporal de las personas, el tono de voz, la mirada, el pulso, los tipos de gestos, le traían un mar abierto de respuestas donde su acompañante no podía ocultar nada, Ángela se convertía en sirena de las aguas más profundas en el alma de las personas.
Había aprendido que el ser humano era un tedioso órdago andante, donde a veces la mente y los pensamientos no eran más que los vestigios de un pasado con miedos y frustraciones adheridas, y lo peor, historias humanas no cerradas que se habían convertido en la zona de confort emocional del individuo; es ahí dónde Ángela se convertía en una mujer de humor ácido, mordaz y rozaba el descaro. Una superviviente más de las mentes que gobiernan sólo pensamientos y no emociones; ella era eso, emoción en estado puro, manantial de miel, páramo inhóspito donde no sobreviven ni las piedras blancas.

“¿Qué sabe nadie de mi mundo interior?, ¿de aquello que toca mi corazón, de la ausencia de palabras y la presencia de rubor en mi piel?, ¿Qué sabe nadie de lo que puede atar mi voluntad o de lo que renuncio en la búsqueda de aire libre en mis pulmones?
¿Qué saben a quién pertenecen mis besos, si a nadie, a un hombre o a varios hombres? En el mapa de mi piel se hallan todos los caminos, como algunos de esos caminos terminan en las latitudes del hombre amado. Cuestión de espíritu aventurero y de sentir que el mismo sol nunca ofrece dos ocasos iguales”


(...)


Autora Lola Padilla