Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de la Galerna del Sur)
(...)
"Besé a Giussepe como si me fuera la vida en ello, me hubiera metido en
su piel y quedado en aquel lugar para siempre.
Pero la realidad me hace volver, en casa al otro lado de las luces me
espera una oscuridad infinita, de la que no sé salir y de la que no logro sacar
a mi hija. Vuelvo como siempre al lugar donde Ángela es un ser incapaz de
tantas cosas, castigada siempre al silencio y buscar la sonrisa de unos padres
que nunca están de acuerdo con lo que elijo. Cómo puede mi madre decirme que
deje todo y vaya a vivir con ellos, mi hija y yo a los ojos de mamá y sobretodo
papá, somos hermanas, y me da tanto miedo que mi hija así me vea también."
Cada vez tenía más claro que Ángela había sido una niña sin caprichos,
al capricho de los padres. Cómo me gustaría conocerla en persona, ponerla ante
el mismo acantilado de su vida, apagarle por un momento todas las luces que ha
dispuesto ante ella y obligarla a saltar a su oscuridad y buscar
dentro de ella sus verdaderas luces, esas luces que seguro, sus amantes logran
ver y ella guarda en su peculiar caja de objetos personales, una vez más
cómo guardar el universo de luz que en ella se expande a cada momento que vive.
(...)
(...)
El hecho de no encontrar en aquel cuaderno el verdadero
motivo del sentimiento de culpabilidad de Ángela, me sumía en
una impotencia tal vez desmesurada que hacía sentirme muy triste.
¿Y si volviera al café dónde encontré su cuaderno?, tal vez
un día ella aparezca y pueda conocerla. Ángela ya había cambiado demasiado mi
vida, nada volvería ser igual después de ella. La idea de que mi existencia fuese un
anhelo tan intrascendente, un sueño tan imposible, me producía verdadero
vértigo, debía prepararme para no darme de bruces con un destino que amenazaba
desolador, solitario y nada evolutivo, aunque, tal vez hallara el modo de
encontrar cómo avanzar entre tanta frustración, ¿estaría Ángela cediendo
sus faros para encontrar mi propio camino a la felicidad?, aunque para ella la
felicidad no era el fin, ella hacía del camino la propia felicidad, ¿tal vez
por qué su fin siempre estaba en llegar a sus padres? ¿Podría ser que el fin no
existe realmente?, la vida es un camino eterno hacia delante y ni la muerte
ofrece la opción del final, el movimiento natural de la naturaleza en el tiempo hace que el final no exista, todo final es parte de un nuevo inicio, ¿la
eternidad es el verdadero fin entonces?
(...)
Autora Lola Padilla
Autora Lola Padilla
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