“...
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en el cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio
(Neruda)
...”
Recordaba las miles de historias que tejía en sus anhelos, soñaba en ocasiones despierta con diálogos que lanzaba al aire, construidos desde el corazón, sin referencia alguna a las relaciones que hasta ahora habían pretendido tocar su corazón. Incluso ponía voz a unos diálogos inciertos. Auténticos órdagos que lanzaba a la nada o tal vez a todo.
- ¿Has contemplado el mar en temporal, en una noche sin luna y toda la oscuridad que el día rechaza. Cuándo no puedes ver las olas que rompen
en las rocas, sintiendo su fuerza más en los pies que en las pupilas?
- ¿Dónde estuviste en esas noches dónde yo corría cerca del mar,
cuándo la tempestad era más arrojada y se llevaba todos mis naufragios?
- Te
esperé tantas veces junto a él. Hubiésemos compartido nuestro silencio cuando las olas con más ruido
hubiesen hablado por nosotros. Hubieses tenido mi cuerpo “en la cruz de tus brazos”, bebido la ternura de mis labios, o en
las otras noches, cuando el mar callaba y a penas su murmullo nos hubiese
reclamado gemidos de deseo.
Como en un delirio, mezclaba sus cuentos de niña, se embriagaba de una maraña de momentos, la niña huérfana de ternura o la mujer sometida a una sociedad que le mutilaba las fantasías.
Recordaba entonces los cuentos de niña que solía inventar mientras se asomaba al mar.
"¿Sabes que el mar esconde un secreto? Una
noche de gran tormenta, donde no ves nada, solo oyes bramidos y sientes la
lluvia. Un rayo se metió en el mar iluminando toda la inmensidad de sal,
fue tan hermoso que me quedé hasta que amaneció, profanando así su gran verdad. El sol sale del las profundidades y así supe que las tempestades suceden cuando las olas atrapan al sol, ellas temen a la oscuridad de sus noches sin luna. Fue entonces cuando
arrojé mi secreto al mar. Él no puede vivir sin un enigma en los abismos, ..."
...
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
(Neruda)
- ¿Me dejabas marchar sola, por qué no me retuviste o viniste
conmigo?
“en la
cruz de tus brazos”
(Neruda)