domingo, 23 de agosto de 2015

Galerna VI





Cuando ya todos habían encontrado un lugar alejado de las fauces de la galerna, arañado las luces de todos los faros que ella había apagado en una ráfaga vehemente. Cuando no amenazaba con volver a lo alto para volver a caer como una lluvia de hielo. Cuando todos los barcos que sobrevivieron alcanzaban cualquier puerto, los que no pudieron llegar a tierra firme se agarraron a la misma fuerza encontrada en la galerna, cuando todos ya deseaban recuperar el aliento de vida alejados de ella y de sus ojos...




El gemido sabe a sal y a madrugada
quiero olvidar mi pasado inmediato,
olvidar que soy capaz de tanto dolor.
Pudor sostenido entre las noches
fiebre de insomnio sin consuelo.
Soy la piel mudada de serpiente
con todo el veneno depurado.
He roto tu acomodado presente
la ilusión de tenerme suspendida
entre los cuadros de tu vida.
Quiero sacudirme el horror 
de mi propio grito a tu nada.
Lavarme del odio de un mundo 
al que no pertenezco.
Quiero limpiarme de tus manos
y también de las mías 
cuando tocaron tus miedos.
Me quiero lejos del dolor 
que hoy veo.



Ella ya descansa alejándose con la marea del lugar donde flotan los recuerdos vanos y deslucidos. Navega sin brújula, no elige los vientos que la viajen a cualquier destino, se va entre las corrientes de unos sueños renovados, herida en su propia lid con los mundos que no cabían en el universo de sus afanados lugares de luces, aquellos faros limpios de espectros vivientes. Llenos de otros horizontes dorados, llegará a ellos suspendida entre las mareas, parecerá desfallecida entre las manos de la noche, despertará más bella y más radiante en otro horizonte con otros faros que se apagan con el sol y también sobre la arena, castillos de conchas y cristales de colores. Victoriosa la mujer recorre su cuerpo en una inquietante caricia de ternura. Feliz la niña en un faro sin rincones donde llorar.




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