viernes, 25 de noviembre de 2016

Luces nómadas




Cuando llegué a ti, 
ni las brújulas ni las estrellas
eran reales.

Cuando tus ojos se asomaron 
a los abismos de mi mundo, 
fuiste manantial de luz.

Solté todos mis faros en la arena, 
ciega de la vida 
amante de los sueños.

Cuando llegaste a mi
el amor no me habitó nunca.
En tus labios comencé, 
amar, 
amarte, 
besarte, 
tocarte, 
amar, amarte.

lunes, 21 de noviembre de 2016

FAROS VOLCADOS. Latitudes en tu piel.






Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de la Galerna del Sur)




(...)

Violeta interrumpió de manera delicada, Modesto por favor, tranquilícese, ¿le apetece una copa?
Miré a aquella mujer con delirio, era una isla cálida en aquellos días donde andaba perdido como lo hacen los barcos a la deriva de las olas grises.
Mientras la cantante versionaba una canción de Luz Casal, “pueden ser tantas cosas”.

- Violeta, como dice la canción, pueden ser tantas cosas, una copa o lo que quieras.

- Terminemos entonces la canción y demos un paseo por el puerto, le llevo a otro lugar donde no sea mi trabajo, ¿le parece bien?

- Me parece una idea magnífica.
(...)

(...)
Nos paramos frente a los barcos de recreo, las luces titilaban reflejadas en el agua, una mezcla de sal y petróleo recordaban que estábamos en un puerto donde el otoño todavía lo pinta aún más de color gris. La noche era densa de una oscuridad casi ciega.

- Sigue Modesto, con la historia de Ángela.

Era como si Violeta me estuviera empujando por la borda de aquellos barcos y el olor a petróleo me aturdía como lo hacía la idea de contar todo lo que ese diario había generado en mí. En seguida la mente me dijo que podía ser aconsejable traer a la realidad mi historia con Ángela.
(...)

(...)

- Fuera pasado, fuera cuaderno, fuera los faros, fuera Ángela.
Como en un conjuro, me convirtió en un sediento moribundo de caricias, y la estreché contra mí, la besé desde la ternura de mi boca y con toda la fuerza de mis brazos.
(...)

(...)

Creo que perdí el control y me vi frenéticamente al ritmo de sus alaridos, primero con mis dedos y luego arremetí en ella poseído por sus dos lugares de placer, de su vagina fluían las aguas de la vida, pero elegí otra puerta para entrar en su cuerpo, ella seguía con el timón en mis manos y las llevó a sus pezones erectos y nuestras bocas mezclaron, lenguas, alaridos, saliva, labios y todo aquello que nos impregnara de placer, si el mundo se acabara en aquel instante, poco importaba. 


Fin del capítulo.

Autora. Lola Padilla.

Luces sin eternidad



Las luces caminan en su vaivén errante,
por cada ocaso en el tiempo
en todas las alboradas añiles, 
como alma inmortal.

Conté tantos días como sueños
llegué a ti perdiendo la niñez,
entrañando a la mujer inquieta
que camina entre las luces.

Las noches son abismos ciegos
del pasado desmemoriado 
y emociones caducas.
Arrugas en la piel del corazón.

Te miro a ti viejo faro, 
fulgor trashumante de caminos.
Luces sin eternidad, 
sobre caricias inmortales.