Lugares, momentos que engendran los temporales más imbatibles, al filo de una caída al vacío, aquella mujer tenía el don de crecerse ante las miserias y los miedos de todos quienes la miraban, algunos osaban por irrumpir en su corazón. La galerna traía todos los temporales amainados en su manga y todos a la vez los desplegaba al irse.
Soy
la rueda más grande de tu
pórtico.
Aquello
que dibujas en mi piel,
señalas en mi alma.
Tras el cristal del viejo
reloj
soy el cuco de esas
horas.
Antes no existías,
mi pasado tampoco
desde
que llegaste a mí.
Las horas de tu
espacio
se miren en mis pupilas,
hasta ellas están tus
jaulas.
Sé que te enredas en mí,
te aletargas en mi grito
mullido.
Cuando te vi te toqué.
Me deseaste.
Y me hiciste más grande
para hacerme tuya.
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