domingo, 15 de mayo de 2016

FAROS VOLCADOS. Latitudes en tu piel.





Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de La Galerna del Sur)


Habían transcurrido las dos semanas que decidí alejarme de aquel libro que producía en mí los efectos del mismo opio y la realidad era otra más revolucionaría aún, Ángela casi había logrado apartarme de mi trabajo. Observé la agenda del último mes y fue cuando supe que algo debía hacer, había reducido los días de trabajo y dispuesto más citas en una misma jornada; necesitaba más momentos libres con Ángela y ello me llevó a bajar mi rendimiento laboral, aumentar las citas en un mismo día saturaban mi lucidez mental para abordar los problemas de los pacientes, ¿pero cómo no tener días enteros con aquel cuaderno?

(...)


(...)

En soledad Ángela imaginaba el verdadero amor y sus caricias, un anhelo que tal vez nunca llegaría, pero ella se resistía a poner sobre esas sensaciones al hombre equivocado, no le preocupaba vivir en sus propios sueños, el fin no era ocuparlos con una compañía, sino vivir ese amor que ella recreaba a veces acariciando su propio cuerpo.


(...)


(...)

Es por ello que antes de comenzar a tener momentos más íntimos con un hombre, tenía unas reglas determinantes para ella, no preguntar nada o sí lo hacía, leer en aquello que no era la respuesta, ella navegaba abiertamente en el mar de la expresión corporal de las personas, el tono de voz, la mirada, el pulso, los tipos de gestos, le traían un mar abierto de respuestas donde su acompañante no podía ocultar nada, Ángela se convertía en sirena de las aguas más profundas en el alma de las personas.
Había aprendido que el ser humano era un tedioso órdago andante, donde a veces la mente y los pensamientos no eran más que los vestigios de un pasado con miedos y frustraciones adheridas, y lo peor, historias humanas no cerradas que se habían convertido en la zona de confort emocional del individuo; es ahí dónde Ángela se convertía en una mujer de humor ácido, mordaz y rozaba el descaro. Una superviviente más de las mentes que gobiernan sólo pensamientos y no emociones; ella era eso, emoción en estado puro, manantial de miel, páramo inhóspito donde no sobreviven ni las piedras blancas.

“¿Qué sabe nadie de mi mundo interior?, ¿de aquello que toca mi corazón, de la ausencia de palabras y la presencia de rubor en mi piel?, ¿Qué sabe nadie de lo que puede atar mi voluntad o de lo que renuncio en la búsqueda de aire libre en mis pulmones?
¿Qué saben a quién pertenecen mis besos, si a nadie, a un hombre o a varios hombres? En el mapa de mi piel se hallan todos los caminos, como algunos de esos caminos terminan en las latitudes del hombre amado. Cuestión de espíritu aventurero y de sentir que el mismo sol nunca ofrece dos ocasos iguales”


(...)


Autora Lola Padilla

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dedicar tu tiempo a comentar este espacio abierto al mar.