sábado, 17 de enero de 2015

La reina de los mares




- Mi niña bonita, papá te coge fuerte y no te ahogas.
Repetía su padre mientras ella nadaba veloz hacia donde no podía tocar fondo, él era un gigante a la espera. Allí se encontraba con unos brazos que cercenaban toda la furia del mar. Con papá nada podía ocurrir, quedaba a salvo de ser engullida por un mar estival, cálido y sin olas que temer.
- "Soy la reina de los mares, tiro la chinita al agua …"
También aquella canción de mamá arrojaba a su mente la imagen de cuando se bañaban juntas en ese mismo mar y en otras aguas.
Los brazos de papá y la voz de mamá eran un verdadero naufragio de frustración. Aquellos recuerdos se convertían en su primer resorte de rebeldía.
Esa mañana ante su ristretto, buscaba dónde acabó el paraíso de la niñez. El instante dónde la mujer comenzó a sublevarse y unos padres decidieron inmortalizar a la niña para siempre.
Momento comatoso que desprendía de su cuerpo los genes adquiridos por las emociones de sus progenitores, ellos no supieron mirar en la mujer. Una mujer que cada mañana, tomaba su dosis de cafeína y se permitía soñar en su amado delirio.
A veces leía a Neruda, y en su paraíso literario, también a veces encontraba a papá entre sus versos de sal.
"Pablo Neruda"
Poema 7
Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.
Pablo Neruda
Veinte poemas de amor
y una canción desesperada.

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