El lamento es una cárcel sin puerta.
Los desiertos diáfanos al olvido
cuidan su norte tras la montaña.
Entre los áridos caminos,
mis pasos beben otra libertad.
Diezmado límite entre mi mundo
alejado del tuyo cuanto más cerca.
El ímpetu de mis caderas
amplio cercado de mundos raídos.
El amanecer gris esconde el otoño,
otoño rojo tras mis labios de carmín.
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