sábado, 21 de noviembre de 2015

Desiertos en el mar I





Como bocas torcidas los árboles viejos
deambulo entre ellos en mi soledad sonora, 
 camino entre los pasillos de la dulce Pandora
sin buscar nada fuera del mundo de mis poros.

Mi cuerpo es un mapa de verdades y tiempos, 
de latitudes finitas y oquedades sin ropas.
De marcas sin tocar y ciudades sin asientos, 
mi cuerpo no tiene dueño ni otras vidas.

Llego a tu desierto exuberante de magnolias.
Entre los arruinados huecos oreo mi silencio
y mi grito incesante de aquello que sueñas.

No puedo poblar en los agaves de tu cuerpo
si puedes beber de mis senos las aguas.
Si puedes recordarte deseoso de mí, ebrio.


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