domingo, 5 de junio de 2016

FAROS VOLCADOS. Latitudes en tu piel






Fragmentos
Capítulo Faros Volcados
Libro
Latitudes en tu piel
(2ª parte de la Galerna del Sur)



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Recuerdo una tarde de viernes, había llovido durante toda la semana pero la jornada amaneció con viento fuerte, un apacible crepúsculo de colores ocres y violáceos invitaban a pasear, mi obsesión por Ángela empezaba a traerme demasiados recuerdos de mi relación con Patricia, unos primeros años maravillosos, sexo vehemente y momentos bellos que en el último período se vio abordado por mi repentino delirio profesional, los cambios en el departamento nos indujo al equipo de salud mental del distrito a dilatar las jornadas, y ello llevó a entregarme al trabajo de una menera exclusiva, ella no lo soportó y al final decidió compartir su tiempo y su alegría con otras personas y otro hombre.  

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Accedí a un bar donde los viernes tenían música en vivo, amenizado a veces con algún que otro monólogo; un lugar pequeño con una decoración variopinta, figuras del teatro, máscaras, chisteras, corsés, plumas de cabaret, guitarras eléctricas, algunos libros, un decorado que sucedía con gusto y sumía al consumidor en la magia de la noche, hechicera de una vigorizante vigilia. La madrugada es una prodigiosa madam que asigna a cada corazón un instante para disfrutar del delirio de sentirse vivo, que con su manera resuelta apaga las luces del día para sumergirnos en un claroscuro embriagador, es precisamente en ese momento donde nos sentimos prisioneros en nuestra piel, altar sagrado del erotismo y la seducción, donde la única ofrenda válida es que todo es posible si así lo deseamos. Aquella sensación me la enseñó un ángel con forma de mujer que encendía a su modo los faros de su vida y a la vez, también de la mía.

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